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Arte erotico

Desnudo

El desnudo es un género artísticonota 1 que consiste en la representación en diversos medios artísticos —pintura, escultura o, más recientemente, cine y fotografía— del cuerpo humano desnudo. Es considerado una de las clasificaciones académicas de las obras de arte. La desnudez en el arte ha reflejado por lo general los estándares sociales para la estética y la moralidad de la época en que se realizó la obra. Muchas culturas toleran la desnudez en el arte en mayor medida que la desnudez en la vida real, con diferentes parámetros sobre qué es aceptable: por ejemplo, aun en un museo en el cual se muestran obras con desnudos, en general no se acepta la desnudez del visitante. Como género, el desnudo resulta un tema complejo de abordar por sus múltiples variantes, tanto formales como estéticas e iconográficas, y hay historiadores del arte que lo consideran el tema más importante de la historia del arte occidental. Aunque se suele asociar al erotismo, el desnudo puede tener diversas interpretaciones y significados, desde la mitología hasta la religión, pasando por el estudio anatómico, o bien como representación de la belleza e ideal estético de perfección, como en la Antigua Grecia. El arte ha sido desde siempre una representación del mundo y el ser humano, un reflejo de la vida. Por ello, el desnudo no ha dejado de estar presente en el arte, sobre todo en épocas anteriores a la invención de procedimientos técnicos para captar imágenes del natural (fotografía, cine), cuando la pintura y la escultura eran los principales medios para representar la vida. Sin embargo, su representación ha variado conforme a los valores sociales y culturales de cada época y cada pueblo, y así como para los griegos el cuerpo era un motivo de orgullo, para los judíos —y, por ende, para el cristianismo— era motivo de vergüenza, era la condición de los esclavos y los miserables. El estudio y representación artística del cuerpo humano ha sido una constante en toda la historia del arte, desde la prehistoria (Venus de Willendorf) hasta nuestros días. El ser humano ha sentido desde antaño la necesidad de profundizar en su esencia, de conocerse a sí mismo, tanto en el aspecto exterior como interior. El cuerpo proporciona placeres y dolores, tristeza y alegría, pero es un compañero presente en todas las facetas de la vida, con el cual el ser humano transita por el mundo, y por el cual siente la necesidad de indagar en su conocimiento, en sus pormenores, en su aspecto tanto físico como recipiente de su «yo interior». Desde su faceta más mundana, relacionada con el erotismo, hasta la más espiritual, como ideal de belleza, el desnudo ha sido un tema recurrente en la producción artística prácticamente en todas las culturas que se han sucedido en el mundo a lo largo del tiempo. Kenneth Clark, en su obra El desnudo. Un estudio de la forma ideal (1956), enfatiza la distinción en lengua inglesa de dos tipos de desnudo: la forma humana natural (naked) y la transcripción de esa forma de un modo idealizado (nude). Esta distinción entre desnudo corporal y desnudo artístico proviene de los críticos ingleses del siglo XVIII, para los que la esencia de la pintura y la escultura era el cuerpo humano desnudo.2 El desnudo ha tenido desde tiempos antiguos —especialmente desde las formulaciones clásicas de la Antigua Grecia— un marcado componente estético, por cuanto el cuerpo humano es objeto de atracción erótica, y constituye un ideal de belleza que va cambiando con el tiempo, según el gusto colectivo de cada época y cada pueblo, o incluso el particular de cada espectador. La sexualidad más o menos implícita de estas imágenes ha llevado al género del desnudo a ser objeto de admiración o bien de condena y rechazo, llegando a estar prohibido en épocas de moral puritana, si bien siempre ha gozado de un público que ha adquirido y coleccionado este tipo de obras. En tiempos más recientes, los estudios en torno al desnudo como género artístico se han centrado en los análisis semióticos, especialmente en la relación entre obra y espectador, así como en el estudio de las relaciones de género. El feminismo ha criticado el desnudo como utilización objetual del cuerpo femenino y signo del dominio patriarcal de la sociedad occidental. Artistas como Lucian Freud y Jenny Saville han elaborado un tipo de desnudo no idealizado para eliminar el concepto tradicional de desnudo y buscar su esencia más allá de los conceptos de belleza y género.

Desnudo en el arte

El desnudo ha tenido desde la Antigua Grecia un marcado componente idealizador, por lo general se ha representado más desde el idealismo que desde la imitación naturalista, procurando hallar en la forma humana un ideal de perfección que trascendiese la materia para evocar el alma, la pureza de la unión entre cuerpo y espíritu. Así, los artistas griegos más que imitar el cuerpo humano lo perfeccionaban. En palabras de Aristóteles: «el arte completa lo que la naturaleza no puede terminar. Por el artista conocemos los objetivos inalcanzados de la naturaleza».6 Así, en el desnudo el espectador aprecia errores que no son tales, sino que son juicios de gusto, reflexiones estéticas que derivan de un concepto de belleza ideal inherente a cualquier persona. De tal manera resulta imposible establecer unos criterios generales por los que cualquier desnudo resulte bello para todo el mundo, y algunos autores han intentado —sin éxito— establecer una «forma media», basada en las proporciones más habituales, que sin embargo no llega a satisfacer al espectador, puesto que la belleza es algo abstracto, inconmensurable, utópico, y por tanto de difícil realización práctica. El ideal de perfección del cuerpo humano proviene de la Grecia clásica, y es constatable en todas sus obras, si bien no existe referencia de cómo expresaban los escultores griegos las proporciones ideales del cuerpo humano. Han llegado noticias del célebre «canon de Policleto», pero no se sabe exactamente en qué consistía. Sin embargo, una de las expresiones más famosas de las proporciones en el cuerpo humano proviene de un arquitecto romano, Vitruvio, quien en el tercer libro de su De Architectura establecía que las proporciones ideales en arquitectura se deben basar en la medida del cuerpo humano, que es un modelo perfecto porque con brazos y piernas extendidos encaja inmejorablemente en las dos principales formas geométricas —consideradas perfectas—, el círculo y el cuadrado. Esbozó así el llamado Hombre de Vitruvio, que tuvo gran relevancia en la teoría artística del Renacimiento. Sin embargo, estos intentos de fundamentar el cuerpo humano en proporciones perfectas fueron un tanto baldíos, y sus resultados a menudo insatisfactorios, como la Némesis de Durero (1501), basada en las proporciones vitruvianas y sin embargo carente de atractivo físico. En última instancia, no hay fórmulas para plasmar de forma exacta la belleza del cuerpo, porque nuestra percepción siempre está tamizada por el pensamiento, por nuestro gusto, nuestros recuerdos, nuestras vivencias. Decía Francis Bacon que «no hay belleza excelente que no tenga algo raro en la proporción». El mismo Durero, tras sus primeros intentos de una geometrización del cuerpo humano, renunció a tal pretensión, y pasó a inspirarse más en la naturaleza. En la introducción de su tratado Cuatro libros de las proporciones humanas (1528) expresó: «no existe un hombre en la tierra capaz de emitir un juicio definitivo sobre cuál pueda ser la forma más hermosa del hombre»